No me he vuelto analfabeto de repente. Me he permitido esta licencia, en forma de patadas "Pepe-Style" al diccionario, porque creo que este anuncio de SegundaMano lo merece:
Ya saben... si quieren sorprender a sus hijos en Reyes, no dejen pasar la oportunidad de conseguir este estupendo walkitalqui de Guzzlaiyiar, personaje de toy estori, por sólo 45€
Fuente (mientras dure), aquí: http://www.segundamano.es/sta-cruz-tenerife/guzzlaiyiar-walkitalquis/a30464104/?ca=38_s&st=a&c=29
domingo, 13 de noviembre de 2011
martes, 8 de noviembre de 2011
Palabras moribundas: Una oda al zorrocloco
Evitar que caigan en el olvido voces como ababol, archiperres, chiticalla, encocorar, siguemepollo o zorrocloco es uno de los objetivos del libro “Palabras moribundas”, en el que Pilar García Mouton y Álex Grijelmo han reunido un sinfín de términos que están a punto de pasar a mejor vida.
El libro contiene más de 150 entradas y pretende dar “una segunda vida” a ciertos términos cuyo significado ignora la mayoría de los hablantes y a otros que disfrutan de buena salud en diversas zonas de España o de Hispanoamérica pero son desconocidos en el resto.
Esta obra “es un pequeño museo de las palabras, pero un museo interactivo porque uno ve las palabras en el libro y sale con ellas”, afirma en una entrevista con Efe el presidente de esta agencia y periodista Álex Grijelmo, divulgador del lenguaje y autor de varias obras relacionadas con ello.
Se trata de “acercar palabras que todos tenemos en la trastienda, propias del lenguaje rural en algunos casos y que empiezan a desprestigiarse porque ya no se utilizan en las ciudades”, añade García Mouton, profesora de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y especialista en Geolingüística y Dialectología.
Y es que en la trastienda quedaron arrumbadas hace tiempo voces como “acerico”, en su acepción de “almohada pequeña que se pone sobre las otras grandes de la cama para mayor comodidad”; “alifafes” (achaques leves), “andancio” (enfermedad epidémica leve) o “siguemepollo”, esa “cinta que como adorno llevaban las mujeres, dejándola pendiente a la espalda”, según el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE).
“Palabras moribundas”, editado por Taurus, tiene su antecedente inmediato en el programa de Radio Nacional de España “No es un día cualquiera”, que, dirigido por Pepa Fernández, se emite los fines de semana, aunque el libro “es radicalmente distinto”, aclara la filóloga.
Grijelmo llevó en dicho programa la sección “Palabras moribundas” desde septiembre de 2004 hasta julio de 2007, y a partir de esa fecha se hizo cargo de él García Moutón.
El gran poder evocador de muchas de las voces incluidas en el libro es una de sus mayores riquezas. También su capacidad de emocionar.
Términos como la “achicoria” que sustituía al café en la posguerra, cuando este era un artículo de lujo; la “aljofifa” que se utilizaba para fregar el suelo antes de que se inventase la fregona, o como “guateque”, esa fiesta que organizaban en casa los jóvenes, generalmente aprovechando la ausencia de los padres, trasladarán a muchos lectores a su infancia o juventud.
Este singular diccionario contiene la historia de cada palabra, porque eso “contribuye a darles prestigio y a que la gente las vuelva a querer”, indica García Mouton, autora de “El español de América” y de “Cómo hablan las mujeres”, entre otros ensayos.
Así, los que no son del oriente español se enterarán de que “ababol” es sinónimo de amapola (“eres más del campo que los ababoles”, se dice) y de “persona distraída, simple, abobada”, y verán además que “archiperres” significa “cosas inútiles” y figurará en la próxima edición del DRAE.
“Chiticalla” (persona que calla y no descubre ni revela lo que ve) es “una palabra antiquísima, documentada en el siglo XVI, como parte del refrán ‘No hay casa do no haya su chiticalla’”, según recuerdan los autores.
También es antigua “encocorar” (“fastidiar, molestar con exceso”), y que es poco usada, lo mismo que sucede con “zorrocloco” (“hombre tardo en sus acciones y que parece bobo, pero que no se descuida en su utilidad y provecho”), que sigue viva en Canarias.
Ejemplo claro de palabra revitalizada, indica Grijelmo es “azafata”, que se utilizaba “siglos antes de que existieran los aviones (era la criada que le servía a la reina los vestidos y alhajas que se tenía que poner), y se reutilizó en un campo muy distinto de aquel donde había nacido”.
“Quizá, en vez de decir ‘patchwork’ dentro de un tiempo digamos ‘almazuela’”, y “pizarrín” podría sustituir al lapicero electrónico, añade el autor de “La gramática descomplicada”.
Hay términos que dejan de usarse porque son sustituidos por extranjerismos, como “córner”, que desplazó a “cornijal” (esquina de un terreno).
“Los mozos que juegan en la era al fútbol, por la mañana pueden poner el tractor en el cornijal y por la tarde lo quitan para sacar el córner. Parece que córner da más prestigio”, comenta Grijelmo.
Y hay voces que se pasan de moda, como “superferolítico” (“excesivamente delicado, fino, primoroso”). “Los hablantes son muy receptivos a las modas, pero no siempre las palabras nuevas se quedan”, indica García Mouton, cuya voz preferida es “rendibú”. “No me hagas el rendibú”, le decía su abuela.
La de Grijelmo es “ultramarinos”, ese local donde se vendían los productos procedentes de América. “Es muy evocadora y hasta hueles el cacao”, asegura.
Artículo de Ana Mendoza, publicado en Diario de Avisos
El libro contiene más de 150 entradas y pretende dar “una segunda vida” a ciertos términos cuyo significado ignora la mayoría de los hablantes y a otros que disfrutan de buena salud en diversas zonas de España o de Hispanoamérica pero son desconocidos en el resto.
Esta obra “es un pequeño museo de las palabras, pero un museo interactivo porque uno ve las palabras en el libro y sale con ellas”, afirma en una entrevista con Efe el presidente de esta agencia y periodista Álex Grijelmo, divulgador del lenguaje y autor de varias obras relacionadas con ello.
Se trata de “acercar palabras que todos tenemos en la trastienda, propias del lenguaje rural en algunos casos y que empiezan a desprestigiarse porque ya no se utilizan en las ciudades”, añade García Mouton, profesora de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y especialista en Geolingüística y Dialectología.
Y es que en la trastienda quedaron arrumbadas hace tiempo voces como “acerico”, en su acepción de “almohada pequeña que se pone sobre las otras grandes de la cama para mayor comodidad”; “alifafes” (achaques leves), “andancio” (enfermedad epidémica leve) o “siguemepollo”, esa “cinta que como adorno llevaban las mujeres, dejándola pendiente a la espalda”, según el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE).
“Palabras moribundas”, editado por Taurus, tiene su antecedente inmediato en el programa de Radio Nacional de España “No es un día cualquiera”, que, dirigido por Pepa Fernández, se emite los fines de semana, aunque el libro “es radicalmente distinto”, aclara la filóloga.
Grijelmo llevó en dicho programa la sección “Palabras moribundas” desde septiembre de 2004 hasta julio de 2007, y a partir de esa fecha se hizo cargo de él García Moutón.
El gran poder evocador de muchas de las voces incluidas en el libro es una de sus mayores riquezas. También su capacidad de emocionar.
Términos como la “achicoria” que sustituía al café en la posguerra, cuando este era un artículo de lujo; la “aljofifa” que se utilizaba para fregar el suelo antes de que se inventase la fregona, o como “guateque”, esa fiesta que organizaban en casa los jóvenes, generalmente aprovechando la ausencia de los padres, trasladarán a muchos lectores a su infancia o juventud.
Este singular diccionario contiene la historia de cada palabra, porque eso “contribuye a darles prestigio y a que la gente las vuelva a querer”, indica García Mouton, autora de “El español de América” y de “Cómo hablan las mujeres”, entre otros ensayos.
Así, los que no son del oriente español se enterarán de que “ababol” es sinónimo de amapola (“eres más del campo que los ababoles”, se dice) y de “persona distraída, simple, abobada”, y verán además que “archiperres” significa “cosas inútiles” y figurará en la próxima edición del DRAE.
“Chiticalla” (persona que calla y no descubre ni revela lo que ve) es “una palabra antiquísima, documentada en el siglo XVI, como parte del refrán ‘No hay casa do no haya su chiticalla’”, según recuerdan los autores.
También es antigua “encocorar” (“fastidiar, molestar con exceso”), y que es poco usada, lo mismo que sucede con “zorrocloco” (“hombre tardo en sus acciones y que parece bobo, pero que no se descuida en su utilidad y provecho”), que sigue viva en Canarias.
Ejemplo claro de palabra revitalizada, indica Grijelmo es “azafata”, que se utilizaba “siglos antes de que existieran los aviones (era la criada que le servía a la reina los vestidos y alhajas que se tenía que poner), y se reutilizó en un campo muy distinto de aquel donde había nacido”.
“Quizá, en vez de decir ‘patchwork’ dentro de un tiempo digamos ‘almazuela’”, y “pizarrín” podría sustituir al lapicero electrónico, añade el autor de “La gramática descomplicada”.
Hay términos que dejan de usarse porque son sustituidos por extranjerismos, como “córner”, que desplazó a “cornijal” (esquina de un terreno).
“Los mozos que juegan en la era al fútbol, por la mañana pueden poner el tractor en el cornijal y por la tarde lo quitan para sacar el córner. Parece que córner da más prestigio”, comenta Grijelmo.
Y hay voces que se pasan de moda, como “superferolítico” (“excesivamente delicado, fino, primoroso”). “Los hablantes son muy receptivos a las modas, pero no siempre las palabras nuevas se quedan”, indica García Mouton, cuya voz preferida es “rendibú”. “No me hagas el rendibú”, le decía su abuela.
La de Grijelmo es “ultramarinos”, ese local donde se vendían los productos procedentes de América. “Es muy evocadora y hasta hueles el cacao”, asegura.
Artículo de Ana Mendoza, publicado en Diario de Avisos
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