martes, 23 de febrero de 2010

Eurovisión, ese gran truño casposo

Hace ya bastantes años que dejé de sentarme frente al televisor para ver el concurso de Eurovisión, aferrado a una simbólica bandera de España, y pendiente a los puá que recibíamos de wayominí. En aquella época, de niño, aún le veía cierto interes a eso de que mi país ganara algo.

Ahora mismo, no sé si por los éxitos de la selección de fútbol, o del resto de nuestros deportistas por todo el mundo, esto de que un español gane algo, no se ha hecho tan extraño, y me ha ayudado a darme cuenta de algo que muchos deben pensar igual que yo: Eurovisión es uno de los truños más casposos que ha parido madre.

Hablamos de un concurso totalmente absurdo, carente de cualquier tipo de interés musical, en el que concurren canciones hechas por y para el concurso, interpretadas por "artistas" que en muchos casos tienen su primera gran oportunidad frente a un gran público. Es un Operación Triunfo a lo grande, sólo que con canciones desconocidas.


Cada vez más países se han dado cuenta de esto, y han decidido enviar a Eurovisión lo más variopinto de su espectro musical. Recuerdo al loco de Alf Poier, a los Lordi vestidos de monstruo, al Chikilicuatre, a la interminable lista de tías buenas de los países del este...


Por todos estos motivos, yo tengo un deseo: que España se olvide de canciones serias, y que siga enviando, año tras año, un friki cada vez más surrealista, hasta conseguir que la dirección del concurso decida, por fin, expulsarnos, y librar a nuestro país de estar pendientes, unos cuantos meses al año, de semejante mierda.

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